La picaresca forma parte de nuestro imaginario. Es un invento de la
literatura española y seguramente el arquetipo literario que más ha calado.
¡Por algo es una creación de la literatura española!, dirán muchos. La hemos
integrado tanto que ya no somos capaces de comportarnos de otra forma: todos
somos unos pícaros. ¡O quizá fue al contrario! ¿Ideamos este género porque ya
nos sabíamos con estas inclinaciones esenciales de amigos de lo ajeno?
En cualquier caso es un sentir que está muy arraigado en nuestra
sociedad y del que muchas veces presumimos. Nos regocijamos en el
convencimiento de que es una fuerza ancestral y atávica contra la que no
podemos hacer nada. Y reímos mientras nos masajeamos la barriga. No
podemos luchar contra algo tan potente, de ahí nuestro comportamiento actual
como individuos y como pueblo. Y volvemos a reír.
No hemos sido capaces de crear un género que le haga sombra a la
picaresca porque sencillamente somos así. La prensa internacional nos lo
recuerda con frecuencia. O no. Quizá este archiconocido género y su arquetipo
no han penetrado entre nosotros con sus connotaciones y matices más
clarividentes.
Con nuestra versión y puesta en escena reivindicamos a unos pícaros que
ponen en evidencia a la sociedad, critican “los valores dominantes de la honra y de la hipocresía”; pobres pero dignos míseros que van por la vida recibiendo palos y
quitando máscaras. Pensamos que los pícaros son unos Robin Hood que luchan por
un reparto más igualitario, unos Edward Snowden y Julian Assange que
están al tanto de todo lo que hay escondido debajo de las alfombras de la
sociedad y están dispuestos a revelarnos.
La estructura de la novela picaresca les encorseta y limita, casi se les
queda pequeña. Nuestros queridos pícaros nos aclaran que no siguen aquí
cuatrocientos años después únicamente para ratificarnos que somos así y no
podemos cambiar, tampoco para pedirnos que no hagamos como ellos porque nos
arrepentiremos y terminaremos remando en galeras como castigo. No quieren
solamente ser un medio aleccionador de los poderosos tacaños y raquíticos de
generosidad. Estos pícaros están que se salen.
Hemos querido ahondar en estos aspectos con un nutrido y representativo
grupo de pícaros: los muy conocidos El Lazarillo, El Buscón, Rinconete y
Cortadillo; pero también La Pícara Justina y El Guzmán de Alfarache. Todos
ellos están en este montaje para decirnos que luchan por ser libres, por la
justicia y por la igualdad. Apostamos por su espíritu libre, su hedonismo y su
gracia lúcida que dice verdades como puños. Su voz es una y son muchas.
Presentamos a unos pícaros tan llenos de vida que… casi se salen.
Duración: 80 min